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Entre el dolor y el quebranto

Cuando enfermo, veo las cosas diferente. Me veo como soy, débil, vulnerable, dependiente y con necesidades. Cuando enfermo descubro en mi humanidad todo aquello que no me gusta reconocer. Hace unas noches que enfermé, agradecí que el Señor me humilló, me quebrantó, me dejo ver qué sólo él es Dios. Me hizo ver que necesito de otros más de lo que pienso, que otros me perdonan porque aman, que yo no he dado tanto como he recibido y que mi vida está en Sus manos, y él dispone como quiere de ella, porque él es Dios. Sentí temor, porque le supe cerca, en medio del dolor le escuché...

Pero vi su amor. Mientras lloraba reconociendo mi soberbia, me recordó su perdón, sentí su abrazo, y pedí su voluntad. No me quitó el dolor allí, le pude seguir viendo mientras pasaron las horas, cuando más dolía, sólo oré porque preservara mi vida. Hoy creo que no era tan grave, porque ya todo pasó, pero en ese momento no lo sabía (y probablemente sí lo era). Mi única certeza era depender de él y confiar. Me dejé en sus manos, sabiendo que es bueno y pase lo que pase, está conmigo.

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