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Otra vez llegando...

Esta vez estaré en casa 10 días y ya me queda menos de una semana. La mejor forma de describir este tiempo es de PROFUNDO A-GRA-DE-CI-MIENTO. Sí, así, dicho lentamente y con consciencia. Porque despúes de 7 años de conocer a Jesús, ya no como el cuate en la cruz, sino como el Cristo crucificado y resucitado, que con sus heridas sana las nuestras y donde eso es expresión y encarnaciónde su amor: todo ha cambiado.

Después de un viaje más, que de alguna manera marca transición estoy un poco cansada, pero también explorando otras posibilidades para los próximos años. Hay proyectos, todavía habremos de pensar la vida, de seguir leyendo, de seguir orando, amando, llorando, hablando. Pero no sé, de pronto muchas cosas cambian. La gente, cuando la veo, siento mayor amor y también ellos cambian y muchos de los amigos que tengo y con los que comparto crecen y me enseñan mucho, sobre lo que ellos aprenden y hasta de lo que yo puedo compartirles. Así fue este viaje: de mucho movimiento, de muchas horas de autobus, de pláticas de media noche, de confrontaciones y arrepentidas, pero de mucho amor provisto en los amigos y la comunidad.

Me encantó, me gustó llegar al DF y ver a toda la banda de los Compas con nuevos rostros y otros de más tiempo. Me llenó el corazón ver en Oaxaca estudiantes comprometidos con Dios y anhelando servirle. Se me quebró la voz cuando recordaba e impulsaba a otros a tomar decisiones con repercusiones eternas. Y me sentía chiquita y humilde cuando veía con honestidad mi corazón, mi familia y la obra de un Dios que se ha hecho cercano y que me ha regalado gente que hoy son imprescindibles para vivir la vida y entender lo que pasa. Así ha sido estos últimos días. Con una deuda por escribir con mayor claridad, por compartir el caminar de este año con los amigos peregrinos, espero que el momento llegué pronto. Regresando del próximo destino.

Mientras le seguimos...

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